domingo, 22 de agosto de 2010

Asunto Céline

Ella entró en mi oficina.
Bueno, o sea, aquello no era justo. El vestido le estaba tan apretado que casi le estallaban las costuras. Demasiados batidos de chocolate. Llevaba unos tacones tan altos que parecían zancos. Caminaba como un borracho contoneándose por la habitación. Un glorioso vértigo de carne.

- Siéntese, señora- le dije.

Se dejó caer y cruzó ls piernas muy arriba, tan condenadamente cerca que se me salían los ojos de las órbitas.

- Encantado de verla, señora- le dije
- Deje de hacerse el bobo, por favor. No tengo nada que no haya visto usted nunca.
- En eso se equivoca, señora. ¿Podría usted darme su nombre?
- Señora Muerte
- ¿Señora Muerte? ¿Es usted del circo? ¿Del cine?
- No
- ¿Lugar de nacimiento?
- Da lo mismo
- ¿Año de nacimiento?
- No se haga el gracioso
- Sólo intentaba tener algunos antecedentes

De alguna manera se me fué el santo al cielo. Empecé a mirarle fijamente las piernas. Siempre he sido un hombre de piernas. Fue lo primero que vi al nacer. Después intenté salir. Desde entonces he intentado la dirección contraria con bastante poco éxito.
Ella chasqueó los dedos:

- Eh, déjelo ya.
- ¿Ehhh? -dije levantando la mirada
- El asunto Céline. ¿Se acuerda?
- Si, claro
Desdoblé un clip y apunté hacia ella con su extremo.
- Necesitaré un cheque por servicios prestados
- Por supuesto -dijo sonriendo-. ¿Cual es su tarifa?
- Seis dólares la hora
Sacó su talonario de cheques, garabateó algo, arrancó el cheque del talonario y me lo lanzó. Aterrizó en mi escritorio. Lo cogí. 240 dólares. No había visto tanto dinero desde que acerté un pleno en Hollywood Park en 1988.
- Gracias, señora...
- ...Muerte -dijo ella.
- Sí, sí -dije-. Ahora déme algunos detalles sobre ese tan Céline. ¿Dijo usted algo de una libreria?
- Bueno, se ha pasado varias veces por la librería de Red, ha estado hojeando libros, preguntando sobre Faulkner, Carson McCullers, Charles Manson...
- Así que se pasa por la librería ¿eh? Hmmm...
- Sí -contestó-. Ya conoce usted a Red. Le gusta echar a la gente de su librería. Te puedes gastar mil dólares, pero te quedas uno o dos minutos más y entonces Red te dice que te vayas. Red es un buen tipo, sólo que está un poco chiflado. Bueno, pues echa una y otra vez a Céline, y Céline cruza a Musso's y se queda dando vueltas por el bar con aire triste. Vuelve al dia siguiente o al otro y vuelve a suceder lo mismo.
- Céline esta muerto. Céline y Hemingway murieron con un día de diferencia. Hace 32 años.
- Lo de Hemingway lo sé. Conseguí a Hemingway.
- ¿Seguro que era Hemingway?
- Oh, sí.
- Entonces, ¿cómo es que no está segura de que este Céline es el auténtico Céline?
- No lo sé. Tengo una especie de bloqueo en este asunto. No me había ocurrido nunca hasta ahora. Puede que lleve demasiado tiempo en este rollo. Así que por eso he venido. Barton dice que usted es bueno.
- ¿Y usted piensa que el auténtico Céline está vivo y quiere conseguirlo?
- No sabe cuanto, jefe.
- Belane. Nick Belane.
- Muy bien, Belane. Quiero estar segura. Tiene que ser el auténtico Céline, no cualquier tonto del culo que se crea que lo es. Ésos abundan.
- Como si no lo supiera.
- Bueno, empiece con ello. Quiero conseguir al escritor más grande de Francia. He esperado mucho tiempo.

Después se levantó y salió. Nunca en mi vida había visto un culo como aquél. Más allá del concepto. Más allá de cualquier cosa. Ahora no me molestéis. Quiero pensar en aquel culo.

Charles Bukowski / "Pulp"

domingo, 15 de agosto de 2010

Más vidas paralelas

"Exceptuando unas cuantas cartas largas, hace mucho tiempo que no escribo nada puramente personal, así que no confío demasiado en poder expresarme bien. De hecho, confianza en “poder expresarme bien”, ¿la habré tenido alguna vez en la vida? Yo sólo escribía porque no podía estar sin escribir.
¿Por qué no podía estar sin escribir? La razón es muy clara. Para reflexionar sobre algo yo, previamente, necesitaba plasmar ese algo por escrito.

Ha sido así desde mi infancia. Cuando no entiendo algo, recojo, una tras otra, las palabras esparcidas a mis pies y las confomo en frases. Si no funciona, vuelvo a mezclar las palabras y las ordeno otra vez dándoles una forma distinta. Tras repetir varias veces el mismo proceso, al fin soy capaz de pensar como el resto de los mortales. Escribir jamás me ha parecido duro o pesado. Igual que los otros niños recogían hermosas piedras o bellotas, yo escribía con estusiasmo. Tomaba papel y lápiz y, con la misma naturalidad con la que respiraba, escribía una frase tras otra. Y pensaba.”

Haruki Murakami / "Sputnik, mi amor"