jueves, 27 de enero de 2011

En una crisis

"¿Recuerdas una tarde que estuvimos en ese bar que no me gusta, en
Foncalada,
entre viejos que leían periódicos temblones y una mujer absurda
merendando.
Y tú firmabas sobre una servilleta, una vez y otra vez, una vez y otra
vez, como una autómata, silenciosa y mecánica.

Era cualquier enfado. No recuerdo ni cuándo sucedió.
Pero mi miedo y yo fingíamos mirar algo muy importante, un cartel,
nada, más allá de la barra o en la puerta,
para no ver el signo multiplicado de tu soledad,
esa oscura manera en que tú te afirmabas sobre un mundo inseguro
que te daba la espalda.

Hoy confundo esa imagen y esa tarde con estos otros días, hostiles, en
la crisis de lo nuestro;
tu soledad de entonces, mi impotencia
con otra confusión de los dos juntos y a solas, como extraños, sin nada
que decir.
Y ya no sé ordenar los trozos que componen el mapa de tú y yo
queriéndonos en días que preserva el recuerdo, yendo a sitios, charlando,
o en la cama, desnudos, conociéndonos bien.
Sólo somos pareja:
el vínculo por el que nos asocian los demás.

Toda unión alimenta algún monstruo pequeño e invisible que formula preguntas.
Será porque creamos una identidad nueva, postiza y de los dos,
y no somos nosotros sino ese monstruo insomne a cuyo ritmo nos acomodamos.

¿Qué dice el monstruo de esto?

Querernos ignorándolo todo, sin intrusos,
la naturalidad de las cosas sencillas que hacemos tan bien,
parece formar parte de todo lo que escapa muy despacio,
como un barco se aleja de la rada o como se acumulan días indiferentes tras un aniversario.
Como una edad o un sueño
desprendido, olvidado en soledad.

Y de qué nos sirve el mundo demasiado real al que nos sujetamos por
sistema.
Las cifras y los libros, la gente que discute en alta voz sobre todas
las cosas que en la vida no son nunca casuales;
compromisos, las leyes que son nada en el reino ruidoso del amor.
Todo grave, explicado civilizadamente,
con la noción exacta de lo que puede hacerse y lo que no, de lo que
hay que decir y no decir.
¿Nos hizo más felices?
¿Es más digno hablar tanto, tener gustos complejos y gastar el dinero
con prudencia según dónde y con quién?
¿Dónde estamos aquellos que pudieron amarse con palabras sencillas?

El final de un amor es un nuevo reparto de papeles.
Por eso me he acordado de esa tarde en un bar, entre desconocidos
(como nosotros), solos, con nuestra cobardía y nuestro miedo,
mientras tú te buscabas a ciegas, confundiéndote, en la foto borrosa de
ese grupo de tres que hemos sido tú y yo,
y yo buscaba y busco todavía
un culpable -una excusa- más allá de nosotros,
por si ya no nos salvan ni razones ni besos y hay que enterrar al
monstruo
y dar explicaciones a parientes y amigos"

- Jose Luis Piquero

lunes, 24 de enero de 2011

El amenazado

Es el amor, tendré que ocultarme o huir. Crecen los muros de su cárcel, como un sueño atroz.

La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única ¿de qué me servirán mis talismanes; el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó al áspero norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?.

Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que me miran por las ventanas, pero la sombra no me ha traidor la paz.

Es, ya lo sé, el amor; la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo. Es el amor con su mitología, con sus pequeñas magias inútiles.

Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar. Ya los ejércitos se cercan, las hordas (esta habitación es irreal; ella no la ha visto). El nombre de una mujer me delata. Me duele una mujer en todo el cuerpo.

- Jorge Luis Borges

viernes, 21 de enero de 2011

París

Así es cómo París nos destruye despacio, deliciosamente, triturándonos entre flores viejas y manteles de papel con manchas de vino, con su fuego sin color que corre al anochecer saliendo de los portales carcomidos. Nos arde un fuego inventado, una incandescente tura, un artilugio de la raza, una ciudad que es el Gran Tornillo, la horrible aguja con su ojo nocturno por donde corre el hilo del Sena, máquina de torturas como puntillas, agonía en una jaula atestada de golondrinas enfurecidas. Ardemos en nuestra obra, fabuloso honor mortal, alto desafío del fénix. Nadie nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette. Incurables, perfectamente incurables, elegimos por tura el Gran Tornillo, nos inclinamos sobre él, entramos en él, volvemos a inventarlo cada día, a cada mancha de vino en el mantel, a cada beso del moho en las madrugadas de la Cour de Rohan, inventamos nuestro incendio, ardemos de dentro afuera, quizá eso sea la elección, quizá las palabras envuelvan esto como la servilleta el pan y dentro esté la fragancia, la harina esponjándose, el sí sin el no, o el no sin el sí, el día sin Manes, sin Ormuz o Arimán, de una vez por todas y en paz y basta.

Julio Cortázar / Rayuela


Deixis en fantasma

Aquello.
No eso.
Ni
-mucho menos- esto.
Aquello.
Lo que está en el umbral
de mi fortuna.
Nunca llamado, nunca
esperado siquiera;
sólo presencia que no ocupa espacio,
sombra o luz fiel al borde de mí mismo
que ni el viento arrebata, ni la lluvia disuelve,
ni el sol marchita, ni la noche apaga.
Tenue cabo de brisa
que me ataba a la vida dulcemente.
Aquello
que quizá hubiese sido
posible,
que sería posible todavía
hoy o mañana si no fuese
un sueño.

- Ángel González

jueves, 20 de enero de 2011

El misterio que rodea a Poe



Cada 19 de enero, aniversario de su nacimiento, desde 1949, fecha en la que se cumplía un siglo de la muerte del escritor, un misterioso admirador tomó como costumbre llevar a la tumba de Edgar Allan Poe tres rosas rojas y media botella de coñac. Este visitante fue bautizado como “Poe Toaster”, algo así como "el que brinda por Poe", y durante casi 60 años no ha faltado a su cita... o al menos así era.

Me entero hoy de esto, y también de que éste es el segundo año consecutivo que este admirador no aparece para entregar su regalo al escritor, llevándose con él también el misterio de su identidad.

miércoles, 19 de enero de 2011

Desencuentros

"Y mirá que apenas nos conocíamos, y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente"
                                                                                             - Julio Cortázar / Rayuela

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