Ninguna palabra me saciaba. Podía romper las páginas y comerlas, pero ninguna bastaba, porque ninguna palabra era un abrazo, de ninguna sentía cálidez; porque ninguna borraba consecuencias, el pasado o los errores; ninguna me detenía a respirar sino que me empujaba a la siguiente; porque ninguna se conjugaba con otra para otorgarme una agradable e inesperada sorpresa; ninguna me golpeaba el pecho hasta dejarme sin aire; ninguna era un susurro de ‘buenas noches’; ninguna era el peldaño de un poema interminable que me acompañará eternamente; porque ninguna duraba más que lo que un respiro hasta la siguiente; ninguna era lo suficientemente dulce para empalagarme; porque ninguna tenía ritmo; ninguna palabra extendía brazos para sostenerme; ninguna palabra era lo suficientemente fuerte para levantarme o para finalmente derribarme completamente; ninguna palabra me hacía soñar.Y no escaseaban, mucho menos se trataba de que se habían terminado, simplemente eran leña mojada para un fuego que rezaba para extinguirse, eran el norte del marinero resignado a la deriva y un mar por hogar. Podría comerme las palabras una por una, partirlas en sílabas, desmenuzarlas letra por letra, desangrarlas y beberlas… de cualquier forma no tendría banquete. Las palabras no me bastan esta noche.
- Anónimo
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