lunes, 22 de noviembre de 2010

Descorazonador

Me he quedado sin pulso y sin aliento
separado de ti. Cuando respiro,
el aire se me vuelve en un suspiro
y en polvo el corazón de desaliento.

No es que sienta tu ausencia el sentimiento.
Es que la siente el cuerpo. No te miro.
No te puedo tocar por más que estiro
los brazos como un ciego contra el viento.

Todo estaba detrás de tu figura.
Ausente tú, detrás todo de nada,
borroso yermo en el que desespero.

Ya no tiene paisaje mi amargura.
Prendida de tu ausencia mi mirada,
contra todo me doy, ciego me hiero.

- Ángel González

viernes, 12 de noviembre de 2010

Valores

Sólo una vez me había sentido antes en deuda: cuando Kiyo me regaló aquellos tres yenes. Y no es que no hubiera podido devolvérselos. Sabía que no esperaba que lo hiciera, y tampoco es que yo pensara hacerlo. No se trataba de una simple transacción entre dos extraños. Devolvérselos habría sido como decirle que no era realmente generosa, negar la nobleza de sus sentimientos hacia mí. No era tacañería por mi parte, sino una forma de mostrar lo unidos que estábamos los dos. Ya sé que los casos de Kiyo y el Puercoespín no teían nada que ver, pero cuando aceptas una invitación, bien sea de un sorbete, de una taza de té o de lo que sea, lo que haces en realidad es decirle a la otra persona que le tienes respeto y que la aprecias. La gratitud que sientes en el corazón cuando aceptas una invitación, gratitud fácilmente evitable si pagas tú mismo tu parte, es una forma de devolver esa invitación con algo que va más allá del dinero, o de lo que el dinero puede comprar. Quien acepta la invitación puede ser un don nadie, pero eso da igual. Basta con que sea un ser humano libre e independiente. El hecho de que ese hombre independiente te encuentre digno de respeto y aprecio es más valioso que un millón de yenes.

Natsume Sôseki / "Botchan"

jueves, 11 de noviembre de 2010

Vínculo

- Tienen órdenes de matarte, y no lo consentiré.

- ¿Estás luchando contra tu amada guardia? ¿Por mi?

- Durante mucho tiempo te encontré bastante irritante. Después pasó lo del gato y tú me llamaste jin-shei y me empezaste a caer bien. Luego durante una temporada te tuve envidia. Incluso pude haberme enamorado de ti, en otra etapa, no lo sé. A veces me parecías insoportable, arrogante, egoísta, desdeñosa o engreída. Y otra veces me daba cuenta de que eras una de las poca personas más nobles, generosas y valientes que conocía. También había momentos en los que me daba cuenta de que no te conocía en absoluto. Y cuando desapareciste y tu nombre empezó a usarse como bandera detrás de la que se congregaban todos los que estaban contra las cosas que yo había jurado proteger, no supe que pensar; sabía, en el fondo, quién eras. Quién eres. No dejaré que te maten aquí. Yo no. En matarte no hay ningún honor.

Alma Alexander / "El lenguaje secreto del Jin-Shei"

Abiertos

"Y si te quiero abierto
como el centro imposible de un mundo transparente,
si te quiero imposible, más allá de mis brazos
o la aurora que extiende un sueño en las tinieblas,
más abierto que el viento, más leve y más amante,
será porque mañana nos quisiera infinitos,
unidos como nieve a punto de ser agua.

Y es por eso que dejo resonar la memoria,
todas esas palabras de hilo que se enredan
en tu boca o la mía"

 - Chantal Maillard

viernes, 5 de noviembre de 2010

Un libro

"Un libro debe hurgar en las heridas, provocarlas, incluso. Un libro debe ser un peligro"
                                                                                                                       -Émile Cioran

jueves, 4 de noviembre de 2010

Aprender...

Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.

¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.

Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»… Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero»).

Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.

- Jaime Sabines