- Fermín -le corté-. ¿De qué demonios está usted hablando?
- De su novia.
- Yo no tengo novia, Fermín.
- Bueno, ahora ustedes los jóvenes a eso lo llaman cualquier cosa, "güirlfriend" o...
- Fermín, rebobine. ¿De qué está hablando?
Fermín Romero de Torres me miró desconcertado, juntando los dedos de una mano y gesticulando al uso siciliano.
- A ver. Esta tarde, hará cosa de una hora u hora y media, una señorita de bandera pasó por aquí y preguntó por usted. Su padre de usted y servidor estábamos de cuerpo presente y le puedo asegurar sin lugar a dudas que la muchacha no tenía las pintas de ser un aparecido. Le podría describir a usted hasta el olor. A lavanda, pero más dulce. Como un bollito recién hecho.
- ¿Dijo acaso el bollito que era mi novia?
- Así, con todas las palabras no, pero sonrió como de refilón, ya sabe usted... y dijo que le esperaba el viernes por la tarde. Nosotros nos limitamos a sumar dos y dos.
- Bea... -murmuré yo.
- Ergo, existe -apuntó Fermín, aliviado.
- Si, pero no es mi novia
- Pues no sé a qué está usted esperando
- Es la hermana de Tomás Aguilar
- ¿Su amigo el inventor?
Asentí.
-Razón de más. Ni que fuese la hermana de Gil Robles, óigame; porque está buenísima. Yo en su lugar, estaría a la que salta.
- Bea ya tiene novio. Un alférez que está haciendo el servicio.
- Ah, el ejército, lacra y reducto tribal del gremialismo simiesto. Mejor, porque así puede usted ponerle la cornamenta sin remordimientos.
- Delira usted, Fermín. Bea se va a casar cuando el alférez termine el servicio.
- Pues mire usted por donde, a mí me da como que no, que ésa no se casa.
- Usted que sabrá.
- De mujeres, y de otros menesteres mundanos, bastante más que usted. Como nos enseña Freud, la mujer desea lo contrario de lo que piensa o declara, lo cual, bien mirado, no es tan terrible porque el hombre, como nos enseña Perogrullo, obedece por contra al dictado de su aparato genial o digestivo.
Carlos Ruiz Zafón / "La sombra del viento"
Carlos Ruiz Zafón / "La sombra del viento"