sábado, 22 de noviembre de 2008

Las cenizas de Ángela

Desde que tengo uso de razón me recuerdo con la cabeza metida en un libro. Éste lo leí por primera vez a los trece años, pero ya he perdido la cuenta total. Habrá quien crea que a esa edad se es quizá demasiado pequeño para leer una historia como ésta, y más sabiendo que es real. Yo, por mi parte, creo que crecí con él. Recuerdo terminarlo y pasarme alrededor de una semana sin hablar apenas, la historia me rondaba a cada minuto por la cabeza. Recuerdo haber llorado, y también haber reído, todavía con las lágrimas en los ojos y el nudo en la garganta. Con cada lectura he aprendido algo nuevo, algo que se me escapó, no sé si por la edad o la madurez, algo que no sentí en ese primer momento. Una persona me dijo no hace mucho que nunca hablaba de su libro preferido porque cuando recomiendas algo que ha significado tanto para tí es como si se llevasen un trocito tuyo. Puede ser. Pero yo no puedo dejar de hacerlo, es sentir que todo el mundo tiene que saber que pasó ésto, tienen que saberlo. Significa demasiado.

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“Mi padres y mi madre debieron haberse quedado en Nueva York, donde se conocieron, donde se casaron y donde nací yo. En vez de eso, volvieron a Irlanda cuando yo tenía cuatro años, mi hermano Malachy tres, los gemelos, Oliver y Eugene, apenas uno, y mi hermana Margaret estaba muerta y enterrada.
 
Cuando recuerdo como fue mi infancia me pregunto cómo pude sobrevivir siquiera. Fue, naturalmente, una infancia desgraciada, se entiende: las infancias felices no merecen que les prestemos atención. La infancia desgraciada irlandesa es peor que la infancia desgraciada corriente, y la infancia desgraciada irlandesa católica es peor todavía.”

[...]

“Papá ha salido otra vez a buscar trabajo y a veces vuelve a casa oliendo a whisky, cantando todas las canciones que hablan de la sufrida Irlanda. Mamá se enfada y dice que se pasa a Irlanda por el culo. Él dice que esa no es manera de hablar delante de los niños y ella dice que se deje de maneras de hablar, que lo que le hace falta es comida en la mesa y no la sufrida Irlanda. Dice que el día que suprimieron la Ley Seca fue aciago porque papá consigue beber pasándose por las tabernas y prestándose a barrer los bares y a mover los barriles a cambio de un whisky o de una cerveza. A veces trae a casa restos de la comida que le dan gratis, pan de centeno, carne en conserva, pepinillos en vinagre. Deja la comida en la mesa y bebe té. Dice que la comida es un choque contra el sistema y que no sabe cómo podemos tener siempre tanto apetito.

- Tienen tanto apetito porque se están muriendo de hambre casi siempre –dice mamá.”

[...]

“En la Escuela Nacional Leamy hay siete maestros, y todos tienen correas de cuero, varas, bastones de endrino. Te pegan con los bastones en los hombros, en la espalda, en las piernas y, sobre todo, en las manos. Te pegan si llegas tarde, si tu plumilla echa borrones, si te ríes, si hablas y si no sabes las cosas. Te pegan si no sabes por qué hizo Dios el mundo, si no sabes quién es el santo patrono de Limerick, si no te sabes el Credo, si no sabes cuántas son diecinueve y cuarenta y siete, si no sabes cuántas son cuarenta y siete menos diecinueve, si no te sabes las ciudades y los productos principales de los treinta y dos estados de Irlanda, si no encuentras Bulgaria en el mapamundi de la pared, que está manchado de escupitajos, mocos y borrones de tinta arrojados por alumnos iracundos que fueron expulsados para siempre.

Te pegan si no sabes decir tu nombre en irlandés, si no sabes rezar el Avemaría en irlandés, si no sabes pedir permiso para ir al baño en irlandés. […]. Uno de los maestros te pega si no sabes que Eamon de Valera es el hombre más grande que ha existido jamás. Otro maestro te pega si no sabes que Michael Collins es el hombre más grande que existió jamás.

El señor Benson odia a América, y tienes que acordarte de odiar América, o te pegará.

El señor O’Dea odia a Inglaterra, y tienes que acordarte de odiar Inglaterra, o te pegará.

Aunque te den seis palmetazos en cada mano con la palmeta de fresno o con el bastón de endrino de nudos, no debes llorar. Serías un mariquita. Algunos niños se pueden meter contigo y burlarse de ti en la calle, pero ellos también deben andarse con cuidado, porque llegará el día en que el maestro les pegue, y entonces serán ellos los que tendrían que aguantarse las lágrimas o quedarán deshonrados para siempre. Algunos niños dicen que es mejor llorar, porque eso agrada a los maestros. Si no lloras, los maestros te odian porque los has hecho parecer débiles ante la clase, y se prometen a sí mismos que la próxima vez que te peguen te harán derramar lágrimas, o sangre, o ambas cosas.

Si el maestro te pega, no sirve de nada que te quejes a tu padre o a tu madre. Dicen:

- Te lo mereces. No seas crío.”

[...]

“Al día siguiente nos confirman a todos. El obispo me hace una pregunta del catecismo: ‘¿Cuál es el cuarto mandamiento?’, y yo le respondo ‘Honrarás a tu padre y a tu madre’. Me da una palmadita en la mejilla y con eso me convierte en soldado de la Iglesia Verdadera. […] Me empieza a sangrar la nariz y me encuentro mareado. […] Mamá dice que es sábado, que el dispensario está cerrado y que dónde va a encontrar un médico. Papá vuele a casa y dice a mamá que estoy pasando por una etapa, los dolores del crecimiento. […] El domingo por la mañana tengo sangre en el pecho y a mi alrededor. […]Nuestro médico es el doctor Troy, pero está de vacaciones, y el que viene a verme el lunes le huele el aliento a whisky. Me reconoce y dice a mi madre que tengo un catarro fuerte y que guarde cama. Pasan los días y duermo y sangro. Viene la señora Hannon y dice que ese médico no sabe lo que se dice y que vayamos a ver si ha regresado el doctor Troy. Mamá vuelve con él, que me toca la frente, me levanta los párpados, me da la vuelta para verme la espalda, me coge en brazos y echa a correr hacia su automóvil. Mamá corre tras él y él le dice que tengo fiebre tifoideas. Ella se sube al coche, me sujeta en su regazo y pasa gimiendo todo el camino hasta el Hospital de Infecciosos del Asilo Municipal. [...] Seamus, el hombre que friega los suelos todos los días, me trae un libro.

- Aquí tienes el libro, Frankie –me dice-. Qué lástima que tengas que leer cosas de Inglaterra después de todo lo que nos hicieron, que no haya una sola historia de Irlanda en este hospital. [...] En el libro viene el primer pasaje de Shakespeare que leí en mi vida:
"Creo en verdad
inducida por poderosas circunstancias,
que sois mi enemigo”
El historiador dice que eso se lo dice Catalina, que es una de las esposas de Enrique VIII, al cardenal Wolsey que quiere que le corten la cabeza. No sé qué significa, y me da igual, porque es de Shakespeare y cuando repito las palabras es como tener joyas en la boca. Si tuviera todo un libro de Shakespeare, no me importaría que me hicieran estar en el hospital un año entero”.

[...]

"El señor O’Halloran imparte clases a tres cursos en una misma aula, al sexto curso, al séptimo y al octavo. […] Nos dice qué es lo importante y por qué lo es. Ningún maestro nos había explicado antes los porqués. Si preguntabas por qué, te pegaban en la cabeza. [...] Todos nos quedamos impresionados cuando dice que la batalla de Kinsale, en 1601, fue el momento más triste de la historia irlandesa, una batalla muy reñida en la que ambos bandos cometieron actos de crueldad y atrocidades. […] El señor O’Halloran no puede mentir. Es el director. Durante todos estos años nos han estado diciendo que los irlandeses eran siempre nobles y que pronunciaban discursos valerosos cundo los ingleses iban a ahorcarlos. Ahora, O’Halloran está diciendo que los irlandeses hicieron cosas malas. Ya sólo falta que diga que los ingleses hicieron cosas buenas. Dice:
 
"Tenéis que estudiar y que aprender para poder llegar a vuestras propias conclusiones sobre la historia y sobre todo lo demás, pero no podéis llegar a conclusiones si tenéis la mente vacía. Amueblaos la mente, amueblaos la mente. Es vuestro tesoro, y nadie en el mundo puede entrometerse en ella. Si os tocase la lotería y os compraseis una casa que necesitase muebles, ¿la llenaríais de trastos viejos de la basura? Vuestra mente es vuestra casa, y si la llenáis de basura de los cines se os pudrirá en la cabeza. Podéis ser pobres, podéis tener rotos los zapatos, pero vuestra mente es un palacio."

5 comentarios:

La Chica Tripolar dijo...

Que libro más bonito... me encantó :)

Robert dijo...

Un librazo pero muy duro en algunos momentos.

Iréz dijo...

Quiero leermelo desde hace mucho tiempo, y nunca saco tiempo ni me acuerdo....lo tendré que sacar de la estanteria de mi madre,y llevarlo a mi cuarto.

En fins...te linkeo también esté ;)

Iria dijo...

Siempre he dicho, y siempre diré que ese libro me marcó y que es uno de mis favoritos!

Truman dijo...

Gracias por regalarnos este pedacito de ti..

(Año nuevo, lavada de cara a mi rincón.. solo me falta hacerle más caso)

Un beso grande :)