viernes, 12 de noviembre de 2010

Valores

Sólo una vez me había sentido antes en deuda: cuando Kiyo me regaló aquellos tres yenes. Y no es que no hubiera podido devolvérselos. Sabía que no esperaba que lo hiciera, y tampoco es que yo pensara hacerlo. No se trataba de una simple transacción entre dos extraños. Devolvérselos habría sido como decirle que no era realmente generosa, negar la nobleza de sus sentimientos hacia mí. No era tacañería por mi parte, sino una forma de mostrar lo unidos que estábamos los dos. Ya sé que los casos de Kiyo y el Puercoespín no teían nada que ver, pero cuando aceptas una invitación, bien sea de un sorbete, de una taza de té o de lo que sea, lo que haces en realidad es decirle a la otra persona que le tienes respeto y que la aprecias. La gratitud que sientes en el corazón cuando aceptas una invitación, gratitud fácilmente evitable si pagas tú mismo tu parte, es una forma de devolver esa invitación con algo que va más allá del dinero, o de lo que el dinero puede comprar. Quien acepta la invitación puede ser un don nadie, pero eso da igual. Basta con que sea un ser humano libre e independiente. El hecho de que ese hombre independiente te encuentre digno de respeto y aprecio es más valioso que un millón de yenes.

Natsume Sôseki / "Botchan"

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