lunes, 28 de septiembre de 2009

¿Dónde está la Maga?


Hoy, armándome de valor, empecé a leer "Rayuela". Digo valor porque estoy tan coaccionada a que la novela tenga que dejarme profundamente marcada que siempre que se me ha ocurrido sacar el libro del estante me he echado atrás por miedo a cogerle tirria.

Primera página, y leo "14/08/07", esa manía mía de apuntar el día de cada adquisición... Dos años sin atreverme a leer. Y entonces ante mis ojos se abren las puertas de miles de lugares conocidos: Rue de Seine, Pont des Arts, Chatelet, Place de la Concorde, Pont Neuf, las Tullerías... París, siempre París. Se esconde, se pierde, da cien vueltas en la oscuridad y siempre acaba apareciendo, obligándome a echar la vista atrás, recordándome que una parte de mi se quedó atrás, y que algún día tendré que volver a recogerla.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Desaparezco

Me despido de ti. Las últimas semanas fueron maravillosas. Te has ganado mis ojos, mi sonrisa y mi piel. Me has hecho bailar un tango en un bar de tapas, y me besaste cuando dejé de reír. Pero no quiero que sigas minando mi alma. No quiero seguir bailando a tu son. No quiero más noches de ensueño. Me cansé del papel de princesa sin personalidad en un cuento de hadas.

Y me miras, con los ojos desorbitados, tristes, fríos. Y no entiendes nada. Y me preguntas en qué has fallado, y me preguntas por qué me echo atrás. Después de todo, no entiendes por qué no acepto otra cena, otro baile, otra noche.

Te diré por qué. Porque contigo no puedo elegir. No controlo nada. No elijo besarte, ni dejarme llevar por tus manos sedientas de mí, porque lo hago sin más, sin poder evitarlo. No puedo vestirme sin desear que me arranques la ropa de nuevo, no puedo ver el mar sin recordar tus carícias, no puedo vivir sin echarte de menos. Contigo no puedo elegir, porque es una necesidad. No puedo decirte esto, sin dejar de llorar.

Y no lo entiendes, no entiendes por qué no quiero decírtelo a la cara. Porque si te tengo delante me abalanzaré sobre ti y me tendrás a tus pies, como cada una de las últimas noches, porque cuando estoy contigo soy una niña con vestido nuevo de un color rosa empalagoso, una niña que está aprendiendo a jugar. Y eres tu quien me enseñas, eres tu quien conoce las reglas. Eres todo cuanto un día soñé. Y odio esta sensación, esta impotencia que me hace vulnerable, el no poder tratarte como al resto, como a uno más. El no ser dueña de mi misma. No me llames cobarde, ni me digas que por temor estoy perdiendo la oportunidad de ser feliz. No me digas que contigo me brillan los ojos, que me río sin querer y pronuncio tu nombre en sueños. Lo sé, pero todo esto no lo puedo controlar, contigo no puedo elegir. Por eso me despido de ti, porque a mi me gusta elegir, decidir cuando quiero besar, cuando quiero amar, cuando quiero desaparecer.

- Eva Caballero

domingo, 20 de septiembre de 2009

Algunas cosas terminan

Una noche oscura de tormenta. Un carruaje, ya sin caballos, chocó contra la precaria valla, que se reveló inútil, y cayó desfiladero abajo. Ni siquiera llegó a chocar con un saliente rocoso antes de estrellarse en el cauce seco del río que había al fondo y estallar en mil pedazos. Entonces prendió el aceite de los panales el carruaje y tuvo lugar una segundo explosión, de la cual salió rodando una rueda en llamas.

Lo que extrañó a Susan fue que no sentía nada. Podía tener pensamientos tristes, porque en aquellas circunstancias tenían que ser tristes. Sabía quienes iban dentro del carruaje. Pero ya había ocurrido. No había nada que ella pudiera hacer para evitarlo, porque si lo hubiera evitado, entonces no habría ocurrido. Y ella estaba allí viéndolo ocurrir. Así que no lo había hecho. Así que había ocurrido. Susan sintió que la lógica de la situación se colocaba en su sitio como una serie de enormes losas de plomo cayendo del cielo. [...] Aquel conocimiento no era de ella. Fluía hacia Susan desde una mente mucho, mucho más antigua.

A veces lo único que podías hacer por las personas era estar allí.

Llevó a Binky hacia las sombras que había junto al camino del risco y esperó. Pasados uno o dos minutos se oyó un repiqueteo de piedras, y un caballo y su jinete llegaron por un sendero casi vertical que subía desde el cauce del río. Los ollares de Binky se dilataron.

La parapsicología no tiene ninguna palabra para la sensación inquietante que se experimenta al hallarse en presencia de uno mismo. Susan vió a la Muerte desmontar y quedarse inmóvil, apoyado en la guadaña mientras miraba hacia el cauce. Pero él podría haber hecho algo, pensó.

¿Verdad?

La figura se irguió, pero no se volvió.

SI. YO PODRÍA HABER HECHO ALGO.

-¿Como...cómo sabías que yo estaba aquí?

La muerte agitó una mano con irritación.

TE RECUERDO. Y AHORA DEBES ENTENDER ESTO: TUS PADRES SABÍAN QUE LAS COSAS TIENEN QUE OCURRIR. TODO TIENE QUE OCURRIR EN ALGUNA PARTE. ¿ACASO PIENSAS QUE NO LES HABLÉ DE ESO? PERO YO NO PUEDO DAR VIDA. SÓLO PUEDO CONCEDER... EXTENSIÓN. INMUTABILIDAD. SÓLO LOS HUMANOS PUEDEN DAR VIDA. Y ELLOS QUERÍAN SER HUMANOS, NO INMORTALES. SI TE AYUDA EN ALGO, MURIERON AL INSTANTE. AL INSTANTE.

-¿Yo podría regresar y salvarlos...?

¿SALVAR? ¿PARA QUÉ? ¿UNA VIDA QUE HA LLEGADO A SU FIN? ALGUNAS COSAS TERMINAN. YO LO SÉ. NO SIEMPRE HE PENSADO DE ESA MANERA. PERO... ¿QUÉ SOY YO SIN EL DEBER? TIENE QUE HABER UNA LEY.

La Muerte se subió a la silla y, todavía sin volverse de cara a Susan, espoleó a Binky por encima del desfiladero.

Terry Pratchett / "Soul Music"